En
la mesa comen dos y uno está ausente. Sólo es un hueco vacío en el
que corre el aire, sentado en la silla, mirándome con unos ojos
vidriosos que no existen. Ella está en su ausencia, está en cada
plato que sobra, en cada hueco vacío en el sofá, cada comentario
sin respuesta. Ella no está, pero es; es ausencia. Ella se
constituye de espacios absurdos. Ella es una transformación en
blanco, como cada palabra de su nombre, de su significado. Sólo es
su antiguo Ella en sus fotos, o en su antiguo nombre: Iris (ahora
absurdo). Iris dejó de respirar y pasó automáticamente a ser Ella,
el Ella pasado —pretérito perfecto que jamás tuvo tanto de daño
y de ilógico —. Hay ausencias que nota el ambiente, que siguen
pesando, llenando la silla y el otro lado de la cama; pero ausentes,
con todo lo que ello implica.
Ahora
mismo son las nueve y media en la mesa. En la televisión aún
perdura el telediario mientras Ella y yo estamos cenando. He hecho
lubina; sé que a Iris le gustaba, Ella sólo lo mira. Nunca prueba
mis cenas. Desagradecida. Prefiero a Iris, con todo lo que ello
implica: besos, viajes, risas…enfados, distracciones, porvenir; ser
un dos y no un uno, sentirla como trozo de corazón con otro nombre,
sentirla dulce en mi significado y en el Estado Civil. Ella, sin
embargo, sólo implica ausencia y devenir, la contingencia sin
esencia, el no tener nunca nada que decir por el hecho de que nada va
a importar —Sólo el no importar es importante; sólo la ausencia
es lo único que no permanece ausente —. Sé que Ella va a
permanecer sin probar bocado, pero he llegado a conseguir que nada de
eso me importe demasiado; es una chica difícil y rebelde, nunca se
conforma sólo con estar ausente sino que tiene que hacerse notar,
dejar claro que en realidad no está, sólo por el placer de meter el
dedo en la llaga. Maldita desagradecida. Pero la quiero. O más bien
la necesito. O más bien no sé separarme de ella. Debería dejar de
ponerle el plato en la mesa o de dejarle un hueco en el sofá, de
darle las buenas noches o de saludarla cuando me despierto por las
mañanas. Pero es lo que mejor sé hacer: no ignorar. Prefiero
permanecer en las consecuencias de la no-ignorancia. Es más fácil.
El
telediario está acabando. Como última noticia ha vuelto a salir el
tema del cáncer. Malditos periodistas: siempre con lo mismo; es como
si se regodearan. Apago la tele y miro a Ella para ver si le ha
molestado. Suelto una risa ligera. Claro que no le ha molestado; está
demasiado ocupada en estar ausente.