domingo, 30 de octubre de 2011

Ausente


En la mesa comen dos y uno está ausente. Sólo es un hueco vacío en el que corre el aire, sentado en la silla, mirándome con unos ojos vidriosos que no existen. Ella está en su ausencia, está en cada plato que sobra, en cada hueco vacío en el sofá, cada comentario sin respuesta. Ella no está, pero es; es ausencia. Ella se constituye de espacios absurdos. Ella es una transformación en blanco, como cada palabra de su nombre, de su significado. Sólo es su antiguo Ella en sus fotos, o en su antiguo nombre: Iris (ahora absurdo). Iris dejó de respirar y pasó automáticamente a ser Ella, el Ella pasado —pretérito perfecto que jamás tuvo tanto de daño y de ilógico —. Hay ausencias que nota el ambiente, que siguen pesando, llenando la silla y el otro lado de la cama; pero ausentes, con todo lo que ello implica.

Ahora mismo son las nueve y media en la mesa. En la televisión aún perdura el telediario mientras Ella y yo estamos cenando. He hecho lubina; sé que a Iris le gustaba, Ella sólo lo mira. Nunca prueba mis cenas. Desagradecida. Prefiero a Iris, con todo lo que ello implica: besos, viajes, risas…enfados, distracciones, porvenir; ser un dos y no un uno, sentirla como trozo de corazón con otro nombre, sentirla dulce en mi significado y en el Estado Civil. Ella, sin embargo, sólo implica ausencia y devenir, la contingencia sin esencia, el no tener nunca nada que decir por el hecho de que nada va a importar —Sólo el no importar es importante; sólo la ausencia es lo único que no permanece ausente —. Sé que Ella va a permanecer sin probar bocado, pero he llegado a conseguir que nada de eso me importe demasiado; es una chica difícil y rebelde, nunca se conforma sólo con estar ausente sino que tiene que hacerse notar, dejar claro que en realidad no está, sólo por el placer de meter el dedo en la llaga. Maldita desagradecida. Pero la quiero. O más bien la necesito. O más bien no sé separarme de ella. Debería dejar de ponerle el plato en la mesa o de dejarle un hueco en el sofá, de darle las buenas noches o de saludarla cuando me despierto por las mañanas. Pero es lo que mejor sé hacer: no ignorar. Prefiero permanecer en las consecuencias de la no-ignorancia. Es más fácil.

El telediario está acabando. Como última noticia ha vuelto a salir el tema del cáncer. Malditos periodistas: siempre con lo mismo; es como si se regodearan. Apago la tele y miro a Ella para ver si le ha molestado. Suelto una risa ligera. Claro que no le ha molestado; está demasiado ocupada en estar ausente.