sábado, 21 de abril de 2012

50 dólares para el tocador


50 dólares para el tocador;
eso es todo por ahora, Lula Mae.
Seré el ser más cobarde,
la rata más miserable,
la decepción constante de un ser cabizbajo.

Guardaré silencio en los momentos más inoportunos
mientras gritas, arañas y te quejas
al son del uquelele astillado de tus silbidos,
siempre con la vista cansada
por el brillo constante de tus diamantes.

Haré enmudecer las escaleras oxidadas,
el vaivén de tus vestidos de gala
y la sonrisa impecable de las tardes en Manhattan.
Haré llorar la autoestima
y la inquieta mirada de tus días rojos,
siempre con el hálito esquivo de las noches por contrato.

Te esperaré en Tiffany’s todas las mañanas,
sobre todo cuando se vuelvan grises las aceras
con la lluvia despistada de la Quinta Avenida.
Esperaré con los trapos empapados,
aguardándote en silencio,
con Gato en las rodillas.
Te esperaré en la jaula de todas las lágrimas
con las que siempre oxidas las cadenas
que te atan a este lugar caduco.