¿Qué es eso a lo que algunos llaman mundo? ¿Empieza en el espacio-tiempo; acaba en los sueños? La respuesta a esas preguntas a mí no me corresponde encontrarla. No sé hacerlo, simplemente. Pero, ¿cómo responder a dudas con más dudas? Sí, esa es mi especialidad: no ser por culpa de pensar, es decir, ir hundiéndome lentamente en el barro apestoso de los malos pensamientos.

Sé que mereces una explicación. ¿Dónde has estado; por qué has tardado en venir; qué explicación tienes para ello? Todo eso dirás, todos esos reproches me los tirarás a la cara sin contemplaciones, como escupitajos emponzoñados; siempre irás armado con una mirada de juicios.
Mientras pienso en ti, en el tiempo que me has estado esperando (seas quien seas), escucho The memory is cruel de Russian Red. No es mentira nada de lo que dice –quizás no sea cierto nada de lo que yo digo -. La memoria es cruel, la memoria tiene algo mágico y trágico al mismo tiempo: que no olvida. Aunque creamos pasar página, persiste esa necesidad de perdernos en la que todos acabamos cayendo. Decidimos perdernos en ese mar fortuito y caduco del yo, de un yo de carne y hueso, de vida; un yo de recuerdos que hacen daño y al mismo tiempo nos alimentan cuando el presente resulta gris y el pasado demasiado atractivo.
Yo he vivido demasiado tiempo en ese extraño mar, he perdurado demasiado tiempo en un limbo gris que iba embotando mi cabeza. Las preguntas parecen mi medio, mi habitat. Persisto en un mundo que consigue arañarme y es precisamente eso lo que me araña (araña la piel, piel que cae y me daña).
Qué difícil es salir de esa memoria cruel, que difícil resulta conformarse con un presente en el que sólo nos queda perdurar, simplemente ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario