domingo, 17 de octubre de 2010

Todo comienza...

Es octubre.

Ando sólo en una estación de tren.
La gente pasa, se amontona entre aglomeraciones, el estío de la vida inunda a su paso, pinta con brochas tristes el gris de la amargura. Y, sin embargo, todo sigue siendo de colores, intensos y reales, pero imaginarios en mi pupila: el rojo de una maleta, o de un vestido, o quizás el carmín intenso de unos labios de dulzura; el azul, cian cielo, azul vaquero de unos pantalones que corren con prisa, o tal vez el del iris de una mirada que observa a lo lejos a su amada marchar; el marrón, ese color fresco de la madera, como el del reloj lento colgado de un pórtico con ornamentos zigzagueantes de Perséfone y su primavera, ese mismo reloj que dirige el tiempo y las prisas con el movimiento circular del segundero, dueño también de los minutos y las horas.

¿Y yo quién soy? Desde luego no pertenezco a aquel gentío. Mi historia no entiende de prisas, de un horario ajustado y de un vehículo que en diez minutos se marcha; carezco de maletas y poseo demasiado tiempo para observar a los que lo necesitan. En mi cuadro, cuatro ojos se despiden con pereza, enamorados se buscan y saltan entre abrazos
y besos al volverse a encontrar de nuevo, un niño corretea por el andén persiguiendo a un raíl que silva mientras su madre lo persigue entre gritos y el cansancio en la cara. Es simplemente el elenco de aquel extraño tapiz, los personajes secundarios de la obra de teatro.

Y yo, al margen de las vicisitudes de aquel elenco, suspiro a la vida y camino despreocupado; moviéndome monótonamente entre el anonimato de la multitud. Los observo, coleccionando miradas, inventando historias. Y a pesar de todo, continúo solo; avanzando, siempre avanzando, de frente y con unas zapatillas desgastadas por el ejercicio del vivir.

¿Adónde voy? ¿Adónde se dirige mi vida, esa tan complicada y extraña? El camino es el medio para hallar las respuestas, la forma de dar sentido a aquello que lo carece. Y por ello, deambulando entre los mecanismos repiqueteantes de un reloj en lo alto, escribo mis penas en un papel imaginario –ahora convertido en la locura de los ceros y los unos-, intentando clarear la bruma de la existencia que me atosiga.


De este modo mis dedos, incesantes y obsesivos, manchan la blancura nívea del papel, vomitando al mundo –para que las conozcan –mis Confesiones Icásticas.

1 comentario:

  1. *________________*

    Vale... bien.... ME ENCANTA.
    Simplemente me has dejado sin palabras ^^
    Pues eso, que no sé qué decir xDD

    La verdad es que es la primera vez en mi vida que he oído la palabra icástica, lo he tenido que buscar en el diccionario y todo jejeje

    En serio, me encanta. Está muy bien escrito, parecen pensamientos sin una conexión exacta pero en realidad es... perfecto.

    Espero con impaciencia la próxima confesión, para la próxima prometo comentar algo más decente y productivo.

    ♫ Lig ♪

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