Al
final, termina por ser cierto
nubes
flotantes,
pensamientos
ambiguos
que se
escapan a las rutinas.
Ya lo
asegurabas cuando extendías las alas,
creabas
vientos con las sonrisas
y
vestías el aire al primer toque de carmín.
Será
verdad que somos veletas,
nudos
incandescentes,
sonidos
diatónicos discordantes,
máscaras
y murallas,
semillas
extrañas de incertidumbres.
Ya lo
afirmabas al perder los días
en el
nirvana tranquilo de tu cosmos
y al
medrar tus sonrisas
al transpirar
los acordes rebeldes.
Yo
terminé por aceptar los mandatos
del
manifiesto de tus ojos esmeralda
y las
ondas más hipnóticas del vaivén de tus danzas.
La
soledad se vuelve el capricho de los inconformistas;
las
vidas, sólo átomos que divisan compañías;
nosotros,
el estúpido dúo de las locuras inciertas,
sentido
asimétrico del inútil quemar de las tardes.
Tú en
tu graciosa pantomima,
y en
las verdades incoherentes
del
roce de tus labios en mis neuronas.
Yo
afirmaba y asentía,
seguía
la lógica de la delicia de lo ilógico
y me
sumergía en el correveidile
de
todos los momentos en los que saltabas al vacío.
Yo era
la marioneta consumida
por el
trote confuso de la magia hilarante,
retazos
de ceniza en busca de los secretos
que
sólo arañaban la superficie.
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