jueves, 3 de mayo de 2012

Unnamed


Diremos hoy: “¿dónde están las esquinas de nuestros abismos; dónde las paredes de esta jaula nuestra invisible?” Pareciera que flotan los interrogantes. Van danzando a nuestro alrededor al son del Lago de los Cisnes y, de vez en cuando, se lanzan contra nosotros, siempre queriendo hacer daño, siempre consiguiéndolo. Poco a poco, nos vamos escondiendo de las agujas fúnebres del tiempo. “Pero, ¿qué es el tiempo?”, preguntas, “¿debemos escribirlo con mayúsculas o susurrarlo con la voz pequeña de aquello que se teme pronunciar? ¿debemos omitir su nombre e ignorar las agujas?” “El tiempo es algo que sólo se siente”, respondo. 
“¿Quién soy yo?”, inquieres, “¿qué es esa parte de mí que dice yo? ¿Por qué hay una otra cosa que no sea yo?” Me pongo un dedo en la boca y te hago enmudecer. Pronto te acaricio, pero tú desapareces, te escondes en las líneas de fuga de las paredes, formas parte del misterio indecible de lo que no cesa de envolverme, como esas niñas extrañas del cuadro de Klee. Pronto descubro que no eres; pronto descubro que sí eres; pronto descubro que no soy; pronto descubro que sí soy. ¿Qué ser y no ser? Esa no es la cuestión. No obstante, algo me dice en mí ̶ puede que seas tú ̶ que no vas a volver, y algo me dice que no eres nada distinto que yo, no eres un “otra cosa”. Tus preguntas son las mías, tu piel mi quimera. Al son de Satie, voy nadando entre el flotar inerte de todos los interrogantes, voy merodeando por este vacío que creo que es el mío, isla desierta y hastío a la primera hora de la tarde de un miércoles caduco. Ya no puedo gritar más improperios contra la metafísica, ya no puedo maldecir más a eso del Ser y el Devenir, cuando soy agua embarrada en la corriente de un flujo que arrastra mi “mal-vivir” y mi “mal-estar”. ¿Servirán hoy las nocturnas de Chopin como consuelo? ¿Servirá de algo sumergirse en los abismos libertinos del tocador de Sade?
El preludio parece cerrarse, como el telón de fondo de todo desconsuelo. Tu preciosidad es la ausencia, pequeña, y se vive siempre en la carne: ausencia de respuestas en el absurdo de esta existencia endeble, de este “Dasein” agonizante, de este maldecir al viento que acabe con el tiempo. Nos quedarán al menos los conciertos de Rachmaninov como reclamo, bucearemos en los rostros tristes de Buffet y en ese hastío permanente del spleen. No vas a volver esta noche. Ahora sólo queda el solipsismo más absurdo de la cueva nefasta de la habitación cerrada a cal y canto, sólo un “estoy aquí y estoy agonizando”. Será mejor así, de todos modos; dejemos que las preguntas sigan flotando suspendidas, dejemos que las vías descarriladas de este tren frenético sigan oxidándose, dejemos que las ideas se derramen de los cráneos como una presa abierta. Dejemos, simplemente, que la locura nos invada los huesos como el rocío nocturno de una luna llena.

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