
Qué importará que el vacío nos atrape, que la soledad nos oprima, poco a poco, casi sin que nos demos cuenta, y nos veamos ser islas desiertas en un océano demasiado oscuro. Qué importará nada de eso si podemos tocarnos, si conseguimos rozarnos al escaparnos una mañana o una tarde a eso de las ocho, cuando la luna ya sale a nuestra vista y va indicándonos el camino de los sueños. Qué más dará si siempre terminamos por encontrarnos en el medio de las vías, en el mismo cruce de vidas en el que un día nos dimos de bruces, nos chocamos el uno con el otro, y nos miramos, nos sumergimos en esa mirada de la que aún no hemos salido, ese abrazo anterior y ulterior al mismo tiempo con el que gustamos fundirnos, esas palabras suaves al oído, ese callar después en pos de no derramar ni uno sólo de nuestros latidos.
Nos tenemos y nos tendremos…y nos añoramos, nos deseamos, un día, un tiempo, una eternidad que desajusta las horas en ese mundo que vamos creando con cada cita grabada en la memoria, cada tarde de tranquilidad, de esa paz que sólo se siente al erizarse la piel con cualquiera de tus caricias. De poco valen ya los vacíos, no si tú permaneces ahí, contemplándome con esos ojos enamorados que tanto adoro, esos ojos avellana vestidos de negro que van iluminando las esquinas de sombras de esa habitación extraña que solemos llamar mi mente.
¿Qué importan las vicisitudes de la vida si tienes amor para sobrellevarlas? Nada, no importan nada, como cierta canción de Love Of Lesbian que adoramos.
ResponderEliminarNecesito de la calidez de tu mirada, del calor de tus silencios, del misterio de tus palabras, del sabor de tus besos para que esa nada sea tan adecuada.
Consigues que nuestro mundo caótico sea apacible porque tu alma tiene dos brazos que me sostienen, meciéndome, dejando que suspire para que la magia de tu abrazo me reconforte y haga nosotros dos, uno.