como abrazos que se dan
cuando se escapan los trenes
del andén de las despedidas;
como esas manos que se aferran al irse,
al marcar en la piel las distancias,
a ese tacto de
la nostalgia.
Y aquí tienes estos versos
que, como sangre, sólo saben a una herida
que nos hacen los relojes y los kilómetros,
la cicatriz de un fracaso suturado
con un consuelo de piano y medianoche.
Y si se acercan los desenlaces,
poco importará lo demás;
como un final de cine,
de tiempo y de recuerdo,
se cerrarán las páginas
de esta historia que sabe a derrota
y que llega, como siempre,
otra vez tarde.
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