jueves, 13 de diciembre de 2012

Intentar acercarse a la verdad, por un alumno ignorante


Ayer, nuestro profesor de Teoría del Conocimiento nos lanzó, casi a bocajarro, con la fuerza de un impacto, una pregunta incomodísima, de esas que te pueden quitar el sueño: ¿qué es la verdad?
Después de hacer el ridículo en clase intentando aclarar mis ideas en voz alta (craso error), me di cuenta de que esa es una pregunta irresoluble. Yo, personalmente, no me veo lo suficientemente valiente como para saber en qué diablos consiste eso de la verdad. Por supuesto, mis compañeros de clase pergeñaron respuestas bien válidas, aunque no creo que fueran demasiado propias (con perdón), si es que es eso posible. Yo, muy torpemente, acepté ponerme en ridículo intentando buscar una definición que fuera mía. Esta definición, por supuesto, tenía bastante de ridícula, bastante de inexacta y bastante de errónea.
En el trayecto a mi casa, algo deprimido, mi cabeza comenzó a fabricar interrogantes con el vértigo solamente posible de un caos epistémico. ¿Qué diablos es la verdad? Supongo que a la primera conclusión que llegué es que no tenía ni la más remota idea de en qué consistía, y no (creo yo) por ignorancia, sino por un intento de rigor, tal vez, suicida. No obstante, no es esto esa ignorancia socrática; es, ciertamente, una ignorancia real y asumida, pero que no se queda ahí.
Ante una pregunta así, uno/a sólo puede masticarse los sesos, para luego regurgitarlos (mis disculpas por lo peliaguda de la imagen) e intentar sacar algo en claro de un amasijo de pensamientos. ¿Qué es la verdad? A voz de pronto, tras haberme atormentado con un caos de preguntas, diré que la verdad es hallar un estado de certidumbre. No obstante, esto ni siquiera es la verdad misma, sino su consecuencia, el poso que deja en una mente que se interroga. He aquí mi problema: me veo incapaz de aproximarme a la verdad de una forma directa y transversal. Parafraseando a Ortega, sólo puedo ir dando rodeos.
Así que, si la primera seguridad que puedo tener de la verdad es la propia seguridad, es decir, la certidumbre, sólo me queda por decir que la verdad es una quimera, un ilusorio estado, una meta que no se alcanza. La certidumbre, como la verdad, es tan sólo un ensueño. Pero, ¿certidumbre? ¿Certidumbre de qué? Puedo hallarme en un estado de incertidumbre holista, es decir, una incertidumbre global y, sin embargo, encontrar la certidumbre al creer que algo es cierto. Y aquí es donde comienza el problema: ¿puedo estar claramente seguro/a de mi certidumbre particular? No lo creo. Como he dicho antes, resulta fruto de un autoengaño (el caso paradigmático bien puede ser René Descartes, que buscó encontrar aquello de lo único que podía estar seguro, y creyendo haberlo encontrado, siglos después descubrimos que se había equivocado, que se había engañado a sí mismo). Si siempre hay algo que me hace dudar, no puedo encontrar la verdad. Sí, la verdad no es una, es múltiple. Pero, entonces, ¿es eso verdad? ¿No deberíamos abandonar una categoría como tal, que casi da vértigo, y asumir de una vez por todas que lo que hay no es verdad (o verdades) sino puntos de vista, enfoques, posiciones? Soy partidario de esta propuesta.
La vida es la primera maestra en eso de la incertidumbre. El vivir bien puede ser eso: preguntas que se solapan y se yuxtaponen, dudas irresolubles y otras que respondemos temporalmente, como un simulacro, para hacer de esto del existir un lugar más llevadero. La filosofía, en mi opinión, debería ser filo-alétheia, una búsqueda (o un amor) de la verdad; y como toda búsqueda, un desesperado intento que no termina por alcanzarse. Así, la verdad, que no sé exactamente qué es, sí puedo saber que elimina mi tormento. Pero, paradójicamente, aquello que elimina el tormento es la fuente de dicho tormento, o al menos, va solapada con esa fuente inexorable: la vida misma. Al no poder alcanzar la certidumbre, mi búsqueda me lleva a caer en una espiral de duda, y esta duda no es un fracaso, quizás sea la mayor aproximación al éxito. Por eso, en mi opinión, podemos invertir la tesis con la que he comenzado este ensayo en miniatura, y decir: la verdad, si se acerca a algo, eso es la incertidumbre. Sólo en el preguntarse, cuestionarse, y no conformarse con el simulacro de una respuesta podemos ver de qué está hecha la verdad: de preguntas cuyas respuestas van caducando con el tiempo, respuestas que no son sino una leve contingencia. En su contingencia, todas las respuestas que podamos elaborar van a acabar pereciendo. Por eso hay tanto de pluralidad y de levedad en la aproximación a la verdad, porque nosotros mismos, los buscadores, tenemos en nosotros mismos tantísimo de leves, de plurales y de contingentes, porque la propia vida va fabricándonos como seres que, lentamente, van convirtiéndose ellos mismos en pregunta.

P.D.: consciente de no haber dado en realidad  una respuesta a ¿qué es la verdad?, me he limitado a pergeñar, torpemente y con la inexactitud propia de alguien que en realidad ignora, una aproximación a cuán paradójica me resulta a mí su búsqueda. Por supuesto, estas breves respuestas aceptan todo tipo de críticas y aproximaciones. He de confesar que esto sólo es un intento de poner en orden, y por escrito, mi propia incertidumbre.

1 comentario:

  1. ¡Toda una paradoja! De nuevo, tus palabras, han conseguido revolverme la mente.

    La verdad debe de ser una interrogación con piernas que se cuela en las cavidades de nuestra mente. La verdad debe de ser una encrucijada, un entresijo que se esconde detrás de una cortina de humo. Un signo de duda que no puede definirse ni a él mismo, puesto que la verdad es y, a su vez, no es.

    Pienso que si hay algún tipo de verdad en esta realidad en la que todo son dudas y azares, no se define con las respuestas llenas de convicción y bien planteadas de tus compañeros. Precisamente, si la verdad es una incertidumbre, una vacilación que no se resuelve… no puede ser definida. Las definiciones afirman algo, y la verdad es una anti-afirmación.

    La búsqueda de la verdad es similar a la búsqueda del conocimiento -dos palabras que parece que son pareja- cuando más te acercas a él, más te das cuenta de lo lejos que estas.

    Me reitero en exclamar: ¡Toda una paradoja! Pero la vida/ las vidas son paradojas, la verdad es paradójica. Y yo prefiero vivir en una paradoja, que quedarme en mi afirmación de lo que es la verdad.

    Pd: Como ves, más torpemente y con menos soltura y profundidad, coincidimos. No sólo en resignarnos por no saber responder a la pregunta, sino en complicarla aún más. Si la verdad es un interrogante, nosotros debemos de ser los puntos que lo acompañan.

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