sé que
permaneces
como el
rastro que dejan las evidencias
en un nicho
de hojas secas;
y aunque no
sepa pronunciarte,
ni tan
siquiera hacer de ti algo firme,
sé que eres
el culpable
de esa fosa
común de los silencios,
o del óxido
en eso que antes parecía seguro
y que ahora,
tal vez por prisa
o tal vez
por derrota,
sólo es una
arruga más en la memoria.
De la
soledad, sin embargo, sólo fuiste un cómplice incómodo,
una excusa y
un fracaso,
tal vez una
crónica apenas susurrada.
Las malas
noticias a veces llevaban tu nombre, sea cual sea.
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