Ser
2012 y sentir pánico. Otro año más en la lista de cicatrices por contar, otro
calendario por comprar. Los días han vuelto a dar la vuelta. El uno se
convierte en dos y todo vuelve a empezar. 2 de enero, peor que mañana, no mejor
que ayer: será mentira eso del hacer del porvenir lugares más agnósticos. Llega
el año de los mayas, benditos ellos y sus chorradas. Ahora sólo pululan falsos
mitos. Al menos, trabajarán los semiólogos en España mientras los demás miramos
y vamos restando minutos en los relojes de la cola del paro.
¿Alguien
contó con que no siempre todo es lo que deseamos y que las heridas no regeneran
con el cambio de año? Dejemos que la gente disfrute del impás de pensarse
afortunados, quimera tediosa de vendar las miradas y apretar el nudo con cada
uva en la garganta. Ahí vuelve a aparecer: el mismo ritual de siempre. La
abuela felicitando el año nuevo mientras el cuñado de alguien ya ha empezado a
empinar el codo. En la minúscula tele, de nuevo la insufrible gala de las
viejas glorias con laca y lentejuelas.
La
redención no llega con el espectáculo de la pantomima; ni siquiera al hacer de
cada campanada palabras tragadas en la garganta. Sólo acontece el mismo
transcurrir de todas las medianoches en la que la manecilla de los minutos
vuelve al doce. Pero no importa, el ritual de creernos dichosos ya hace tiempo
que ha surgido; y ahí se queda, atascada, siempre, la misma verdad incómoda,
sentada en una silla, sola, tapada por el abeto, para que no se la vea; es la verdad
del amargor que poco endulza los turrones, el fundir de las bombillas
navideñas, el finiquito de ese espíritu navideño tan bien fabricado.
Y
no, no importa. Porque aquí llega, de nuevo, callada pero presente, la realidad
del día ulterior que caduca la fiesta: la verdad que aparece a la mañana
siguiente, con el despertar del reloj irritante y las mismas nubes cenicientas
al otro lado de la persiana; la verdad de saber que tras el impás de Año Nuevo,
todo vuelve y comienza.
Icásticas, ¡qué valiente! El disfraz se lleva mucho. El tiempo y su discurrir; su valor ya ssabes que es absolutamente subjetivo. Me gusta la sensación de volver a dar la vuelta y pensar que voy a conseguir mejorar algo o en algo. A veces el taconazo y la lentejuela sirven para tomar impulso.
ResponderEliminarIntrigante texto...
ResponderEliminarEl año nuevo trae consigo la verdad del año anterior, pues todos los años son similares, al menos a lo que a lo cotidiano respecta. Pero en lo personal cada año te ofrece la posibilidad de crecer como persona, para mí el principio de año, (fuera de lo superficial)es un comienzo de progresiva superación. Un nuevo reto, pues mi mayor propósito del 2012 es sobrevivir al propio 2012 :)
Sophía