jueves, 13 de septiembre de 2012

La mentira que se escribe

Las palabras desaparecen. Huyen con la rapidez de una frase sólo dicha a medias, inconclusa e imposible de cerrar. Siempre parece quedar algo por decir, una última sentencia, una aclaración final. Las palabras se diluyen al fluir por la comisura de unos labios que titubean: expresiones que acaban por parirse a disgusto.
Es mentira lo que dicen: las palabras no reconfortan; y sin embargo, es lo único que nuestras voces consiguen mezclar con la angustia, lo único que se confunde con el grito. ¿Cómo abrir la boca y expulsar la bilis de lo que se siente? ¿Cómo hacerlo si el corazón no entiende de lenguajes? Es por ello por lo que las palabras nos mienten. Pero quién sabe: tal vez lo dicho nos haga enredarnos en un bucle de sentidos que no se escuchan cuando se cruzan, como voces de videntes que no se solapan en el compás arrítmico de lo expresado.
Así, a cada reloj de cuco renovado, vamos removiendo nuestro mutismo entre la selva caótica de los nombres. El verbo nunca se hace carne y el nombre es descubierto encubriendo su inexistencia.
Sin embargo, un sin embargo tan profundo que todo embarga, las palabras son el engaño que nuestra piel transpira con mayor fuerza. Es esa ilusión que nadie espera ni desea que acabe. ¿Qué será de este yo mío, andamio endeble, sin ese acto de derramamiento que es escribir, ese verter la savia especial de los suspiros, ese cuaderno de Bitácora de la nave náufraga de mí mismo?
Pero escribir también es una lucha, una lucha contra las voces de una esquizofrenia rara, ese pozo de “yoes” que se gritan en voz baja en una habitación cerrada. Bendición y condena, escribir es marcar con tinta la piel del corazón y su melancolía, como un tatuaje que surge de sentir el peso y el pulso: renglones como líneas de vida que hacen de las palabras esos traidores ilógicos que nos llevan a intentar gritar lo indecible, esas verdades, que si son dichas, sólo pueden expresarse en un susurro a hurtadillas.  

1 comentario:

  1. El problema de las palabras(incluidas éstas)es que no dan abasto, se quedan en un intento de expresar algo inexpresable -como has escrito- pretendiendo traducir el lenguaje del corazón. Es paradójico que sean insuficientes pero necesarias para alegrar la cruel realidad en la que vivimos, algunas palabras son un bálsamo que nos sanan las heridas de la vida.

    Por suerte, también existen otros tipos de palabras, que son las que no se dicen, las "palabras calladas" que se esconden y hablan a través de cada instante, de cada mirada y cada sonrisa; las palabras que consiguen traducir los sentimientos más profundos de nuestro interior. Así que cuando nos parezcan insuficientes, escribamos palabras no dichas :)

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