Tú ahí: un vestido nuevo y
una sonrisa descarnada, tu aire de fiesta y tu sonrisa con ganas de jugar a perdernos;
horizonte como decorado para ti, como una estampa apenas improvisada, una
imagen que guardar en la piel. Tú como siempre: tu baile, tu cabello rubio
despeinado, el rímel y el pintalabios que siempre acaba en mí. Tú y tus besos catárticos
que voy almacenando uno a uno, haciendo inventario de todo aquello que me
redime. Tu magia. Mi suerte.
No me escuches cuando oteo
una mala melancolía, o un hastío raro que hace de mí ese perro verde que te
enamoró, ese tipo que mira el vacío con ojos fijos y va apartando todas las
preguntas de aquella existencia suya mientras camina. Al fin y al cabo, ese
chico juega a perderse para que tú lo busques. Y ese chico no soy sino yo; ya
sabes, dicen que la vida se va zurciendo a base de tragicomedias. Y contigo
todo es una escena fugaz, eterna y rápida, un barrido y un fundido en negro. Jamás
morirán las azoteas, ese cielo azul intenso, eléctrico, desbordante, y ese beso
a oscuras –quien nos diría hace tiempo que robarlo acabaría siendo la mejor
opción.
Tú ahí…
ResponderEliminarSonrío y me enamoro aún más en cada encuentro, en cada cruce de miradas.
Simplemente, conque seas tú el que está ahí, merece la pena vivir.
¿Cómo algo tan hermoso puede estar dentro de mi vida?
Sophía